Ciudad
Roque Piccini: un siglo de historia y comunidad en Gualeguaychú
A los 100 años, Roque Piccini fue homenajeado como parte viva de la historia de Gualeguaychú. Su vida, marcada por el servicio, el trabajo y la familia, se convirtió en memoria y corazón de la ciudad que eligió como hogar.
En la mañana de un diciembre de 1945, un joven de 20 años llegó a Gualeguaychú con el uniforme impecable y la mirada curiosa de quien todavía no sabe que está por encontrar su lugar en el mundo. Su nombre: Roque Piccini. Formaba parte de un pequeño grupo del Ejército enviado a recibir materiales para una unidad de Caballería que se instalaba en la ciudad. Lo que entonces parecía una misión más en su carrera militar, se convirtió en el punto de partida de una vida entera arraigada en esta comunidad.
Roque había nacido en Urdinarrain, en el seno de una familia trabajadora dedicada al campo. Su infancia transcurrió entre juegos sencillos y estudios primarios en una escuela marcada por valores de respeto y compromiso. La adolescencia lo llevó primero a Basavilbaso y luego a Buenos Aires, donde completó su educación y se incorporó a la formación militar. La disciplina, el esfuerzo y el sentido de la responsabilidad que adquirió en esos años serían el sello que lo acompañaría para siempre.
Gualeguaychú lo recibió en un momento de crecimiento y transformación. La ciudad de mediados del siglo XX aún conservaba muchas calles de tierra, un ritmo tranquilo y una fuerte identidad vecinal. Allí, Roque no solo cumplió con sus tareas en el cuartel, sino que forjó amistades y vínculos que lo convencerían de quedarse definitivamente. Con el paso del tiempo, la vida militar daría lugar a una nueva etapa: en 1974 comenzó a trabajar en la Corporación del Desarrollo, una institución clave para el impulso económico local.
Durante casi cuatro décadas, su labor estuvo asociada a proyectos estratégicos, entre ellos, la consolidación del Parque Industrial, que hoy es motor productivo de la región. Su dedicación no se limitaba al horario laboral: muchas veces se lo veía involucrado en gestiones, reuniones y actividades que buscaban mejorar la ciudad. Ese compromiso constante le valió el reconocimiento de sus colegas y el afecto de toda la comunidad.
Pero su aporte no se restringió al ámbito institucional. Fue parte activa de iniciativas vecinales que dejaron huella, como la construcción de la Usina municipal, una obra que mejoró el suministro eléctrico y que marcó un antes y un después en la infraestructura de Gualeguaychú. Allí también puso su capacidad de organización y su habilidad para unir voluntades detrás de un objetivo común.
Hoy, al cumplir 100 años, la figura de Roque se agiganta como testimonio vivo de una época y de un modo de entender la vida: servir, trabajar y compartir. Su historia está hecha de pequeños actos que, sumados, han contribuido al desarrollo de la ciudad y al fortalecimiento de sus lazos comunitarios. Entre anécdotas familiares, recuerdos de sus años de servicio y el cariño de varias generaciones, Roque Piccini encarna el espíritu de quienes hacen grande a Gualeguaychú no desde los titulares, sino desde la constancia y el compromiso diario.
Esta mañana, cuando la sorpresa se convirtió en celebración, no se homenajeó solo a un hombre por su cumpleaños. Se reconoció un siglo entero de aportes, de presencia y de pertenencia. Porque la vida de Roque Piccini no es solo suya: es también parte de la memoria y el corazón de la ciudad que eligió como hogar. Conmovido, recordó a su esposa y el valor de la familia en su recorrido: “En la familia, los hijos, los nietos y los bisnietos. Dios se llevó, a quien fue mi compañera y esposa por más de 51 años, sin estar enferma, imprevistamente, pero Dios sabe por qué hace las cosas. A partir de ello, me volqué íntegramente a los hijos, a los nietos y a los bisnietos”.